domingo, 3 de diciembre de 2017

LA LUZ DE LAS TINIEBLAS(Completo) Facundo Cabral


LA LUZ DE LAS TINIEBLAS(Completo) Facundo Cabral

Somos hijos del que separó la luz de las tinieblas, por lo tanto este es nuestro mundo y la Humanidad nuestra familia, y mira qué familia: somos hermanos de Salomón, el que sabía que de nada vale el pesar porque no podemos cambiar los tiempos del Señor, pero nos queda la alegría de hacer el bien en el tiempo que sea. Somos hermanos de Isaías, a través del cual el Señor nos dio la fórmula: Sólo quiero que sean buenos, que hagan el bien, entonces los iluminaré para que sean fieles a la vida que les di, que es todo lo que yo, vuestro Padre, quiero para vosotros, mis hijos. 

Somos hermanos de Jesús, con el que comenzó todo de nuevo. Somos hermanos de Buda, que nos enseñó a no preocuparnos porque lo real no puede ser cambiado y lo irreal no existe. Somos hermanos de Gibran Kalil Gibran, que nos recordó que nuestros hijos son hijos de la vida. Somos hermanos de Demócrito, el que se hizo quemar los ojos para poder pensar porque las bellezas del mundo lo distraían.

Somos hermanos de Heráclito, el que nos alertó que no bajaremos dos veces al mismo río porque no nos bañarán dos veces las mismas aguas. Somos hermanos de San Agustín, el que sabía que ni a la verdad ni al culpable se los busca fuera. Somos hermanos de Lao Tsé, que nos advirtió que una mano ocupada es una mano perdida. Somos hermanos de Pascal, que sabía que todos los problemas del hombre radican en que no sabe quedarse quieto y solo, de vez en cuando, entre cuatro paredes.

Somos hermanos de Freud, por el que sabemos que llevamos dentro un inquilino que llamamos inconsciente, que nos mete en problemas pero que también nos dicta los poemas y las canciones. Somos hermanos de Kant, el que proponía una sola aristocracia, la del espíritu, y un solo privilegio, la inteligencia. Somos hermanos de Krishnamurti, que nos enseñó que la revolución fundamental es revolucionarse. Somos hermanos de Pablo Neruda, el que sabía que la vida nos espera a todos los que amamos el salvaje olor a mar y menta que tiene entre los senos.

Somos hermanos de Borges, que nos previno que es en vano que golpeemos la puerta porque estamos adentro. Somos hermanos de la Madre Teresa, que no olvida que el lugar del hombre está donde su hermano lo necesita. Y como si esto fuera poco, habitamos un palacio de cinco continentes y tenemos todo el tiempo que hay.

La creencia, tu creencia, sea cual fuere, te separa de los que tienen otras creencias y de los incrédulos, y toda división trae confusión, pero hay millones de ilusos que afirman que una creencia acaba con la confusión (a lo sumo, la creencia se evade pero no se libra de la confusión). 

La fe ciega es otra manera de la ceguera, no una manera de la luz, porque no hay claridad eludiendo lo que es. Por todo el mundo encuentro creyentes que actúan como déspotas y con deshonestidad, aunque crean ciegamente en una religión que niega al despotismo y combate la deshonestidad. 

No son suficientes los cánticos y las antiguas palabras rituales para encontrar a Dios, que es verdad, la verdad, y la verdad es todo lo que es, nos guste o no, entonces no puede ser religioso el que no respeta a la totalidad, a la que no se la encuentra evadiendo lo que no nos gusta (esa huida, esa suma de prejuicios no puede llamarse religión, y una comunidad basada en la mentira no puede ser religiosa). 

Los símbolos y los libros sagrados no son suficientes para llegar a ser un religioso, muchas veces sólo son un pretexto para distraerte de la realidad que no te gusta o a la que no te animas, y eso es antirreligioso porque religioso es ser honesto y ver la totalidad, religioso es el que comprende, no el que juzga, el que se hace cargo de sí mismo, el que vive a la altura de su dignidad sin despreciar o negar al que vive debajo de ella. 

El verdadero religioso no esquiva lo que no le gusta sino que trata de comprenderlo, sabe lo que hace a diario porque se conoce, y se conoce porque no se miente. El verdadero religioso actúa con respeto porque se respeta y no divide, armoniza diferencias, es paciente porque sabe que tenemos a la eternidad de nuestro lado. El verdadero religioso está atento (una mente confusa trae confusión), no elude nada, sabe que todo está por algo, por eso trata de comprender. 

El verdadero religioso no divide porque el que niega una cosa y afirma otra no puede conocer a Dios, que es lo individible (cualquier dogma agita la mente, y una mente agitada no puede conocer a Dios). 

La comprensión es amor, y el amor no mide, no juzga, no divide porque es todo. La verdad está en el que se integra, no en el que se aísla, y las creencias separan a los hombres, entonces son antirreligiosas, por eso una mente sin creencia es una mente en paz, y la paz comprende todo, y en esa comprensión está Dios, es decir la totalidad, es decir la verdad. 

Hay muchas formas de ver y sentir a Dios; Gandhi decía que Dios es la ley inmutable, Einstein que la luz es la sombra de Dios y Narayana hizo reemplazar las imágenes de los dioses, en las mesas de sacrificios de los templos, por espejos. Te adoro, Dios mío, decía mi madre frente a la sombra del árbol. 

El verdadero éxito es alcanzar una vida ética, es decir religiosa, moralmente superior. Debemos caminar hacia la paz por el único sendero que lleva a ella, el amor, que es, ante todo, comprensión, respeto por las diferencias que hacen que este mundo sea tan rico (justicia es armonizar esas diferencias, no suprimirlas). 

No hagas daño a ningún ser vivo, habla sólo con la verdad, respeta lo ajeno, cuídate de los bienes materiales que terminarán encadenándote (cuando los sentidos te dominan nace el deseo, que desemboca en la pasión que origina errores, en el olvido de la verdad, en la destrucción de la inteligencia). 

Haz más silencio, no escapes de la soledad, que es un maestro, busca la quietud y, si te es posible, cultiva lo que necesitas, esa es la salida para una mayoría desdichada y hambrienta, esa es la salvación para una minoría atrofiada por el exceso. 

La ética es el fundamento de las cosas, la verdad (hay muchas realidades pero una sola verdad) es la esencia de toda moral. La verdad debe ser la meta a la que nos llevará el amor, que logra el milagro de que paguemos bien por mal.

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