viernes, 31 de julio de 2015

MI PADRE RICO FUE MI MEJOR MAESTRO. Robert Kiyosaki


Mi padre rico fue mi mejor maestro. Conforme se acercaba al final de su vida y tenía más dinero del que soñó, lo afirmaba una y otra vez: “El dinero no te hace feliz. Nunca pienses que tú serás feliz cuando seas rico. Si no eres feliz mientras te vuelves rico, existen muchas posibilidades de que no seas feliz cuando alcances la riqueza. Así que, seas pobre o rico, asegúrate de ser feliz.” 

A él le gustaba tener la libertad de trabajar o de no trabajar y la libertad de elegir con quién trabajaba. A él le gustaba la libertad de comprar cualquier cosa que quería sin preocuparse por el precio. A él le gustaba la salud, la felicidad y las opciones que podía tener porque era libre. Le gustaba la libertad y la capacidad financiera que tenía para donar a instituciones caritativas para apoyar las causas en que él creía. Y en vez de quejarse de los políticos, y de sentirse impotente para cambiar el sistema, él hacía que los políticos acudieran a él en busca de consejo (y con la esperanza de que hiciera contribuciones a sus campañas). Le gustaba tener poder sobre ellos. “Ellos me visitan, yo no los visito. Todos los políticos quieren los votos de los pobres, pero no escuchan a una persona pobre. No pueden hacerlo... y eso es trágico”, decía.

Robert Kiyosaki

No puedo enseñar nada a nadie. Solo puedo hacerles pensar.

Odia al delito y compadece al delincuente.

JUAN RULFO. (Literatura de Facundo Cabral)






                                                    El inolvidable narrador mexicano, Juan Rulfo.

JUAN RULFO
Autor: Facundo Cabral 

Cada vez que voy a la ciudad de México recuerdo a Juan Rulfo, que hablaba poco pero con felicidad, y era tan generoso que atribuía sus aciertos al interlocutor, como los japoneses, y hacía todo lo posible para que la realidad no lo distrajera, y esto me recordaba a Macedonio Fernández, que decía: ¿Quién se cree que es esta entrometida, la realidad? ¡A mí no me va a amargar la vida!

Gracias a Juan Rulfo aprendí que se puede hacer alta literatura escribiendo como habla un campesino, y desde allí le puso magia a la realidad, y Pedro Páramo es la prueba, el principio del realismo mágico que García Márquez continuó con maestría, el querido Gabo que me dijo en la despedida, confirmando que fue una grata velada: Espero que pronto volvamos a bailar, y a cantar, agregaría yo, recordando la cara de placer que tenía cuando Tania Libertad le cantaba al oído los boleros de los años cincuenta.

Chihuahua siempre huele a revolución. Allí conocí a doña Luz, la viuda de Pancho Villa, que entre muchas cosas más que interesantes, me dijo: El general tuvo muchas mujeres pero siempre volvía a mí porque yo era la dilecta, porque cabalgué la revolución a su lado, porque compartimos ese fuego.

En Chihuahua conocí a don Octavio, que fue chofer de Villa, y a varios de los Dorados, la élite de su ejército, que ya andaban cerca de los cien años, que seguían hablando del general Pancho Villa como si estuviera a punto de volver a reunirlos.

Corría el 1972, año de mi llegada a esa Chihuahua mágica, apasionante, la tierra donde Gerónimo les costó tanto a los federales, la tierra donde aprendí mucho de los tarahumaras de Creel y de Guachochi, altos en el espíritu y en la sierra que alcanza la magnificencia en la Barranca del Cobre. Y allí, en Chihuahua, compartí la mesurada vida de los menonitas, cerca de Delicias, donde al atardecer llegan miles de chanates para sobrevolar la plaza, ritual de siglos para despedir al día.


Dos obras le bastaron a Juan Rulfo para ser inmortal.

Por allí pasaron hechos fuego los hombres de Villa y se arrodillaron los apaches en homenaje al sol, por allí Gerónimo fue casi un dios, por allí pasé y seguiré pasando con el corazón encendido por esa tierra que despierta lo mejor de mí, donde siempre viene a escucharme don Álvaro, que hace muchos años compró por casi nada una vieja casa con un sótano lleno de monedas de oro y armas de los días de la revolución.

Entre sierras fuimos a Ciudad Juárez, las sierras donde los tarahumaras viven en casas de adobe dentro de cavernas, las sierras que hace ochenta años visitó Antonin Artaud, y pasamos por Sueco, al que solo le quedan veinte habitantes, y por Moctezuma, que fue abandonado por miedo a los narcotraficantes que señorean en la zona, por esa razón llena de camiones del ejército, que van y vienen por el desierto verde que se va destiñendo hasta ser pura arena, como si el mar recién se hubiera retirado, territorio del coyote y el correcaminos, capaz de matar a una serpiente de cascabel, y por allí la cárcel donde están encerrados los más peligrosos, y paralela al camino la vía del tren que hace casi un siglo tomó Pancho Villa con su gente de a caballo para recrear, en las puertas de Ciudad Juárez, al caballo de Troya. 

Salmos 96



Salmos, 96

1.¡Canten al Señor un canto nuevo, canten al Señor toda la tierra!

2.Canten al Señor, bendigan su nombre, su salvación anuncien día a día.

3.Cuenten su gloria a las naciones y a todos los pueblos sus maravillas.

4.Porque el Señor es grande y muy digno de alabanza,. más temible que todos los dioses.

5.Pues son nada esos dioses de los pueblos, mas el Señor es quien hizo los cielos.

6.Honor y Majestad van precediéndole, y en su santuario están Fuerza y Esplendor.

7.Ríndanle al Señor tribus y pueblos, ríndanle al Señor gloria y poder,

8.ríndanle al Señor la gloria de su nombre. Traigan la ofrenda y entren en su templo,

9.adoren al Señor en el atrio sagrado, tiemblen ante él, pueblos de toda la tierra.

10."El Señor reina", anuncien a los pueblos, él fijó el universo inamovible, él juzgará a los pueblos con justicia.

11.¡Gozo en los cielos, júbilo en la tierra, bramido del mar y del mundo marino!

12.Muestren su júbilo el campo y todos sus frutos, lancen vivas los árboles del bosque

13.delante del Señor, porque ya viene, porque ya viene a juzgar a la tierra. Al mundo con justicia juzgará, y a los pueblos, según su verdad.

jueves, 30 de julio de 2015

AHORA QUE YA MORÍ...

TE RECOMIENDO LEER ESTA HERMOSA HISTORIA QUE TE HARÁ REFLEXIONAR.

Ahora que ya morí ...

Que sucede? no entiendo, solo sentí un dolor fuerte en la cabeza, mareos y ahora estoy tan confundido. Que pasa? por que mi esposa corre y llora.

Dicen que morí, pero no, estoy aquí pero ellos no me ven y no puedo abrazarlos. Oh ya veo, están trasladando a alguien en una carroza fúnebre, soy yo mismo, que extraño.

Veo a mi familia con gran dolor, todos lloran, pero yo solo veo, ya no siento dolor ni tristeza, es como ser un espectador. Pasan los días, mi familia regresa a casa sin mí, les dejo un gran vacío.

Ya alguien ocupa mi puesto de trabajo, todo vuelve a ser como antes, corren, atienden llamadas, hacen pagos, envían documentos, firman planillas, en fin es como si nunca hubiese faltado yo, que bien, algunos compañeros se acuerdan de mi a ratos y lamentan que ya no este.

Sin embargo en mi familia, el vacío persiste, mi esposa llora, esta confundida, no sabe como hacer sin mi, mi hijo pequeño pregunta: - Donde esta papá? y mi esposa le dice que en el Cielo, mi hija mayor acaba de comprender dolorosamente lo que es la muerte, no deja de llorar, no quiere ir a clases, no se puede concentrar, tampoco come. Mi perro se paro en la puerta y de ahí no hay quien lo saque, come, bebe agua y regresa a su puesto de espera.

Pasa el tiempo, mi hijo cumple cuatro años y yo no estoy, el se aferra a su mamá, se ha vuelto tímido y retraído, no hay una figura paterna para él, ya papá no esta...

Mi hija ya de 11 años casi no habla, a veces su mama la encuentra llorando, bajo mucho las notas y no muestra interés por nada.

Mi querida esposa, con toda la carga sobre sus hombros, la responsabilidad de dos hijos pequeños, tiene que sonreír a los niños para darles fortaleza.

Ya pasaron siete años y todo sigue igual, en casa el vacío, la tristeza, en la empresa donde trabajaba ya nadie me nombra y todo sigue igual sobre la marcha.

Sabes que dijo el forense? Que morí por stres, en mi cerebro se reventó una vena por una subida de tensión que me dio, cuando me llamaron de mi trabajo y me dijeron que de los 10 camiones que solicite solo llegaron 7. Y todo acabo...

Ahora me doy cuenta que para la empresa que trabajaba siempre era uno mas, completamente reemplazable en cualquier momento, pero que para mi familia era único e irreemplazable.

POR FAVOR DEDÍCATE A LO QUE DE VERDAD ES IMPORTANTE, TODOS NECESITAMOS UN TRABAJO QUE NOS PERMITA CUBRIR NUESTRAS NECESIDADES BÁSICAS, PERO NO TE ENTREGUES A UNA EMPRESA, ENTRÉGATE A TUS SERES QUERIDOS... ABRAZA A TUS HIJOS, BESA A TU ESPOSA, LLAMA A TUS AMIGOS, ES A ESTOS SERES A QUIENES DE VERDAD LE HARÁS FALTA CUANDO YA NO ESTÉS... y demuéstrales tu amor no con dinero sino con detalles de amor.

RECUERDA QUE ERES MUY IMPORTANTE....CUIDA A TUS HIJOS SI LOS TIENES Y RECUERDA EN CASA SIEMPRE HAY ALGUIEN ESPERÁNDOTE. SI TE AGRADO LA HISTORIA, COMPÁRTELA PARA QUE OTRAS PERSONAS PUEDAN REFLEXIONAR AL RESPECTO.

No te quejes...


ALFONSO REYES (Literatura de Facundo Cabral)

Alfonso Reyes, el hombre que mejor escribió a los lados del océano
ALFONSO REYES

Según las estadísticas, Ciudad Juárez es la ciudad más violenta del mundo: en los últimos ocho meses fueron ejecutadas dos mil personas, por eso cientos de soldados encapuchados patrullan las calles, listos para disparar sus ametralladoras. Es una guerra de la que escaparon hada El Paso, Texas, tres mil familias.

En Ciudad Juárez los árboles de nueces de los patios atraen a cientos de loros, ajenos a las barbaridades de los hombres. En Guadalajara, como en Ciudad Juárez, sugerí que, en momentos como el que vivimos, son más necesarios los hombres buenos que los hombres inteligentes, por eso lo más inteligente es hacerse a un lado, detenerse y meditar, porque si no nos apartamos seremos socios de esta locura. Llegará el día en que serán mayoría los que se aparten, entonces la Humanidad comenzara a cambiar.Hemos hablado mucho de nuestras diferencias, ya es hora de hablar de lo que tenemos en común, es decir la vida, por eso debemos buscar coincidencias, armonizar diferencias, que eso es la verdadera justicia.

En Guadalajara recordé a la Madre Teresa, que al pobre le labraba de esperanza y al rico de conversión, la esperanza, decía, salvará al pobre, y la conversión purificará al rico, la esperanza y la conversión acercarán a nuestros hermanos, y nosotros debemos trabajar para ese encuentro. En Monterrey, el Cerro de la Silla entraba por mi ventana, dejando atrás a una nube de palomas que hacía vibrar al horizonte, y más atrás volaba la poesía en el polvo del desierto que el viento caliente llevaba a la frontera donde chocan dos culturas que niegan necesitarse, y más acá, entre el cemento y el plástico, los noticieros se quedaban con lo peor de la realidad, por eso a los escritores solo nos quedaban por contar las misteriosas historias de los sueños, que no es poco porque si estamos atentos a nosotros mismos, un día seremos lo que soñamos. 

Alfonso El Magno, como le definió Juan Ramón Jiménez

Monterrey fue la tierra de Alfonso Reyes, que siempre me ilumina: Amarás a un objeto bello, a una flor, a un crepúsculo, a una mujer o a una canción, y el amor general de todos los objetos particulares hará que los ames sin desearlos, con perfecto desinterés: 1 flor se está bien 12 en su tallo, el crepúsculo en su tarde de otoño, la mujer en su sabroso misterio, la canción en la vaguedad del aire, entonces irás descubriendo que amas en las cosas algo superior a las cosas: la belleza en sí. Dichoso, bienaventurado mil veces quien pudiera contemplarla directa, pura y desnuda, entonces amará una idea: la idea, y los sentidos habrán sido tránsito para llegar a lo que solo se gusta con el alma.

Así le enseñaba a Sócrates una mujer de Matinea, cuyas doctrinas recogió Platón piadosamente. Juan Ramón Jiménez llamó Alfonso el Bueno a Alfonso Reyes, contaba Alfredo Gracia, librero de los que ya no hay, lector de todo lo que valía pena, atento a todo lo que tuviera que ver con el arte, amigo y devoto de Alfonso Reyes, que llegaba a su librería de Monterrey a conversar los libros que son una felicidad segura, diría Borges, que conoció a Reyes en Buenos Aires, adonde llegó como embajador, excelso embajador de México, pleno y libre de utilería, decía Alfredo Gracia, que lo citaba en los versos de la madurez: El poeta cumple el mandamiento, que es hacer razones con el sentimiento y dar en sentimiento las razones.

Eso decía Reyes, que era uno con sus letras, maestro que veneraba a Góngora, inevitable como las riquezas de Quevedo, y a Virgilio, riqueza e todos los pueblos latinos, Reyes, que proclamaba la solidaridad, que invitaba a seguir las huellas de los preclaros bajo la eterna vigilancia de los astros.


Salmos 95


Salmos, 95

1.Vengan, alegres avivemos al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva;

2.partamos a su encuentro dando gracias; aclamémosle con cánticos.

3.Pues el Señor es un Dios grande, un rey grande por encima de todos los dioses.

4.En su mano están las bases de la tierra y son suyas las cumbres de los montes.

5.Suyo es el mar, él fue quien lo creó, y la tierra firme, que formaron sus manos.

6.¡Entremos, agachémonos, postrémonos; de rodillas ante el Señor que nos creó!

7.Pues él es nuestro Dios y nosotros el pueblo que él pastorea, el rebaño bajo su mano. Ojalá pudieran hoy oír su voz.

8."No endurezcan sus corazones como en Meriba, como en el día de Masa en el desierto,

9.allí me desafiaron sus padres y me tentaron, aunque veían mis obras.

10.Cuarenta años me disgustó esa gente y yo dije: "Son un pueblo que siempre se escapa, que no han conocido mis caminos".

11.Por eso, en mi cólera juré: "Jamás entrarán en mi reposo".

martes, 28 de julio de 2015

Los abuelos...


No sabíamos si nos íbamos a salvar o no...


JORGE LUIS BORGES



JORGE LUÍS BORGES

No entiendo a la vida sin palabras, pero en el silencio la comprendo. Siempre he navegado por un río de palabras, pero cuando salgo de él, algo me hace vivenciar a la eternidad, y hablando de palabras, Alfonso Reyes me refresca a Píndaro: Nada es mejor que el agua, que aplaca, refresca, limpia, alivia, fortalece, ayuda, sube, baja, descansa, corre, el agua que mata y resucita, que lo hace todo, que lo puede todo, nada es mejor que el agua, pero no la derrames porque el agua volcada no se recobra nunca. 

Jorge Luís Borges, el hombre al que la biblioteca le parecía un paraiso

Para Borges, Alfonso Reyes fue el que mejor escribió en nuestra lengua de los dos lados del océano, el que alguna vez se preguntó: ¿Para quién estoy predicando si este libro no está dedicado ni al sabio ni al necio, aquél porque no lo necesita y este porque no ha de aprovecharlo?

En el caliente domingo de Monterrey, antes de mi condeno en el Auditorio San Pedro, Alfonso Reyes volvió a contarme: Quiso un ermitaño saber quién sería su compañero en el Paraíso, y aunque varias veces Dios le mandó decir con un ángel que hacía mal en interrogar al destino, al fin le hizo entender que su compañero sería Ricardo, el rey de Inglaterra.

El ermitaño sabía que el rey era guerrero, que había matado, robado y desheredado a mucha gente, que había llevado una vida contraria a la suya, vida que le parecía muy distante de la salvación, pero Dios le mandó decir al ermitaño que no se sintiera confundido, que no se quejara ni maravillara porque más merecía el rey Ricardo con un asalto que diera que él con todas sus obras de devoción, y con esto, Dios exaltó el ideal de la vida activa. 

Hay que ser exigente porque solo renovándonos vivimos, me recuerda Alfonso Reyes desde el pasado más luminoso, y agrega: El modisto de la Gran Avenida sabe que el amor se disolvería si él no inventan nuevos modelos para nuestras mujeres. Por el paso, recita Reyes, a la hora más vaga de la tarde, flotan unas figuras ligeras de mujer, todas vestidas con las exigencias de la estación, todas renovadas por la primavera, que parecen recién llegadas, recién exhaladas al mundo, nuevas, nunca vistas.

No son las mujeres del otoño, aclara Reyes, ni del invierno, son mujeres traídas por la primavera y por el verano, nacidas de sus flores. Sin ellas se acabaría el amor, y sin ánimos nuevos de locura se detendría la Tierra y cerrarían sus ojos las estrellas, por eso hay que sorprenderlas todas las noches con iluminaciones nuevas para que no se duerman. 

Siempre es emocionante caminar por Oaxaca, donde hay vida humana desde hace once mil años, donde los zapotecos señoreaban hace tres mil años, un gran imperio que terminó en el siglo trece de nuestra era a manos de los mixtecos, a los que los españoles derrotaron dos siglos después, al sur de México, al suroeste del Istmo de Tehuantepec.

Los zapotecos se creían nacidos de las piedras, los jaguares y los árboles, ante todo del Tule, un árbol anterior a los días de Jesús, tan de siempre que parece recién brotado en la montaña verde, como el profeta parece recién oído. El Tule es más alto que cualquier iglesia de la época colonial y más antiguo que los olmecas, es la mismísima vida resistiendo al implacable tiempo, recordándose en cada nudo, recreándose en cada rama, por eso, cada tanto, me siento a su sombra para sentir a la eternidad en todos mis huesos. 

Las casas de piedra subían y bajaban por las calles de Morelia y los templos lucían dorados por la gracia del ocaso. De vez en cuando pasaba un purépecha con todos los siglos en la mirada, lento y silencioso entre las casas blanqueadas con cal, como las capillas coronadas por el azul añil (en los años setenta le dije a Tamayo que me encantaba su paleta, a lo que respondió: Son los colores de las casas de mi gente). 

De Morelia al Distrito Federal fuimos entre trigales y cerros donde señorearon los purépechas, un imperio que resistió a los aztecas pero no pudo con los españoles, que pusieron cruces donde ardían las hogueras ceremoniales. Hoy volví a meterme en la región más transparente, donde estalló el boom de la novela latinoamericana hace más de cincuenta años, una luminosa exploración del lenguaje de la mano de Carlos Fuentes, palabras empapadas de nuestro fango, caliente vida de nuestras tribus y ecos de las altas voces de La Mancha, conmovedores harapos de las galas de Cervantes que Fuentes fue recuperando prolija, apasionadamente, que repensó mientras caminaba por los cementerios de Londres o nadaba por las frías aguas del Cantábrico. 

En el concierto de Puebla, las canciones, más desnudas que nunca, me llevaron al punto más alto de la devoción, por eso fue tan clara la presencia de Jesús, por eso la comunión fue una maravillosa hoguera, y las muchas manos de las canciones fueron un solo abrazo, y después una sola flecha hacia el horizonte para avivar al azul con el naranja, el horizonte que se redondeó para rodearnos, y la felicidad de todos calmó los dolores de mi esqueleto. 

Salmos 94


Salmos, 94

1.¡Dios vengador, Señor, Dios vengador, manifiéstate!

2.Imponte tú, que juzgas a la tierra, dales su merecido a los soberbios.

3.¿Hasta cuándo, Señor, esos malvados, hasta cuándo los malvados triunfarán?

4.Hablan mal, dicen insolencias, se jactan todos esos malhechores.

5.Señor, aplastan a tu pueblo, oprimen a tu familia.

6.Asesinan a la viuda y al forastero, masacran a los huérfanos,

7.y dicen: "El Señor no ve nada, el Dios de Jacob no se enterará".

8.¡Cuidado, más estúpidos que cualquiera! ¡Tontos, ¿cuándo van a comprender?

9.Así que quien hace la oreja, no oirá y quien ha formado el ojo, no verá?

10.¿No castigará el que reprende a las naciones, y que enseña a los hombres el saber?

11.El Señor conoce los planes de los hombres y sabe que sólo viento son.

12.¡Feliz el hombre que corriges, Señor, y al que tú enseñas tu Ley!

13.Le das calma en los días de desgracia, mientras cavan la tumba del malvado.

14.Pues el Señor no rechaza a su pueblo, ni abandona a los suyos.

15.Retornará el poder al que es Justo y con él, a los de recto corazón.

16.¿Quién por mí se alzará contra los malos, quién por mí enfrentará a los malhechores?

17.Si el Señor no me hubiera socorrido, por poco no habría acabado entre los muertos.

18.Apenas dije: "¡Vacilan mis pies!" tu bondad, Señor, me reafirmó.

19.Cuando las preocupaciones me asediaban, tus consuelos me alegraban el alma.

20.¿Tendrás por aliado a un poder inicuo, autor de leyes opresivas?

21.Conspiran contra la vida del justo y condenan la sangre inocente.

22.Pero el Señor es para mí una ciudadela, mi Dios es la roca donde me refugio.

23.Hará que sobre ellos recaiga su maldad y los aniquilará su propia malicia: el Señor, nuestro Dios, los aniquilará.

lunes, 27 de julio de 2015

LA BAJA CALIFORNIA (Literatura de Facundo Cabral)





LA BAJA CALIFORNIA
Autor: Facundo Cabral

En La Paz de la Baja California los cerros del desierto llegan al Mar de Cortés por donde van y vienen caballitos de mar, lobos marinos, focas, tiburones, delfines, mantarrayas, pulpos y orcas, y los pelícanos sobrevolándolos. Es un mar sereno, sin olas, como un gigantesco lago, tranquilidad que eligen las ballenas para parir, tranquilidad que solo interrumpen, una o dos veces al año, los huracanes.

Por allí anduvieron (hace catorce o quince mil años atrás) los pericúes, los guaycuras y los cochimíes, descendientes de los que llegaron desde Asia, que se extinguieron en el siglo dieciocho a pesar de la protección de los jesuitas, que habían llegado dos siglos antes, que fueron faros en medio del desierto de las iguanas y las serpientes.

Y cerca, en las islas del archipiélago Espíritu Santo, descansaban los lobos marinos entre pájaros y reptiles, y más allí los exuberantes salitrales de Guerrero Negro, donde alguna vez sospeché el otro lado de la vida.

En Mazatlán otra vez el mar, pero el Pacífico, que al sur, muy al sur, en la Isla de Pascua, y hace más de cuarenta años, me sedujo de tal manera que me quedé un año con la única compañía del Tao Te King, hojas de hierba y algunos textos sobre la alquimia que siempre me fascinó por su poder de conversión, y en esa larga meditación logré nacer de nuevo, definitivamente, es decir consciente de mi presencia en el mundo, y en esa luminosa alegría recuerdo haber escrito: Estoy presente, y todo sucede alrededor.

Cerca de Mérida, en el Yucatán de los mayas, hay un pueblecito donde el sol sale varias veces por día porque la niebla lo cubre por completo una y otra vez, donde las mujeres van detrás de los hombres en el día, y por la noche delante para guiarlos en su borrachera.

En Villa hermosa, en el estado de Tabasco, se forma el triángulo mágico con las pirámides de La Venta, Comal calco y Malpasito, es decir el encuentro de las culturas maya, zoque y otlmeca, que fue la cultura madre, la de las grandes cabezas de piedra, la de los altares rectangulares, la de las esculturas de hombres sentados, la de los seres sobrenaturales.

Tabasco también fue la frontera entre los aztecas y los mayas, y la patria del cacao, fruto-moneda que, convertido en chocolate en Europa, encantó al mundo, es más, México comenzó en Tabasco porque fue allí, en las márgenes del río Grijalba donde, en 1519, chocaron los españoles con los mayas, y allí, en Potonchán, se celebró la misa inaugural del catolicismo en América, y allí se fundó la primera villa, Santa María de la Victoria, y allí se escribió y se declaró el acta notarial del Mundo Nuevo, y allí Hernán Cortés recibió a Malitzin, mujer fundamental en la historia de México, allí, en ese trópico colorido, tierra de lagunas que cruzan tres ríos que, cuando se juntan y se desbordan por la lluvia, arrastran a los lagartos hasta los puentes y las calles de la ciudad, los lagartos que se comen a los perros, a los gatos, a las gallinas y a los cadáveres de los ahogados, y allí, entre ríos, pantanos y lagunas, siempre cuento el mundo caminado en el Esperanza Iris, el teatro que me abre sus puertas desde hace muchos años, allí, donde la Historia tiene tres mil años, contundente en ochocientos sitios arqueológicos, allí, en Tabasco, donde poetizó Carlos Pellicer: Más agua que tierra, aguaje para prolongar la sed, tierra que vive a merced del agua que sube y baja. Y esa tierra es tan rica que las iguanas van y vienen alrededor del teatro, y un poco más allá los flamencos rosados.


El sol incendiaba a las arenas blancas de Cancún y aturquesaba aún más al Mar Caribe, espléndido frente a mi balcón, éxtasis y tumba de los piratas que prefirieron el peligro de los mares a Las rutinas de la tierra, el Mar Caribe que puso a los delfines al alcance de mi mano a la caída del sol, que era la señal para que yo comenzara mi concierto recordando a Jesús: Cuando más de dos se junten en mi nombre yo estaré entre ellos, y esa noche fuimos mucho más que dos.

Los tiburones-ballena son tan afectuosos que más de una vez pudimos nadar alrededor de ellos con los pescadores con los que también anduve curioseando por los ríos subterráneos, uno de ellos el más largo del mundo, que comienza, o termina, en Tulum, una bahía tan hermosa como pequeña, donde vacacionaban los líderes mayas.

Alguna vez, en la cima de la pirámide principal de Chichen-Itzá recordé (a los gritos porque era para miles) un fragmento del Popol Vuh: Ser hombre no es fácil pues no nacemos para aumentar la confusión sino para aclarar misterios, que no nacemos para discutir con los dioses, sino para honrarlos, que no solo nacemos para gozar la belleza natural sino también para crearla, es decir para crear un bello mundo humano en la bella naturaleza, es decir para armonizar con ella, no para someterla.

Sabían los mayas que toda percepción física tiene un componente psíquico (diría Evola) que le da vida a esa percepción, una significación, sabían que las percepciones nos iluminan el camino, que son una cosa más entre las cosas. Para ellos, física, teología y psicología eran una sola cosa, misterios a los que nunca se atrevieron a ponerles nombre, para ellos la Naturaleza y el espíritu eran uno, por lo tanto un solo saber.En Uxmal siempre siento la presencia de esos hombres que supieron lo que todavía no sabemos, que midieron a los vados del infinito, que nos dejaron una fecha que asombra y aterroriza, hombres para los que las pirámides fueron nuestra biblioteca de Alejandría.

Allí están sus huellas en las arenas blancas, salvo que no querremos ver, allí los siento cuando me meto en los cenotes (los pozos de agua sagrados) o en las cuevas que están debajo de Isla Mujeres, donde los tiburones descansan de su guerra permanente. Más de una vez sentí latir a sus sombras en Cozumel, la isla más cercana a un continente, y las sentí como una revelación, sombras que conformaban una sola piedra, la filosofal, la que buscaban los primeros alquimistas, es decir los musulmanes, la piedra que transformaba en oro a los metales innobles (tenía razón Jung, el inconsciente entra en la oscuridad de la materia, por eso estoy viendo lo que queda ver, pero ¿no será esa la verdadera realidad?)

El teatro de Cancún, donde canté, está en un muelle frecuentado por pescadores de todo el mundo, un muelle casi literario de tan sofisticado, y con uno de esos pesadores ( griego ) desandamos proyecciones, hasta llegar a los alquimistas de la época alejandrina que, como los artistas, velan lo que quedan ver, y en esa transformación se transformaban: La ciencia comenzó con las estrellas, me recordó el griego, en las que comenzamos a imaginar a los dioses, es decir a nuestra fantástica necesidad, y en todos ellos, juntos, vimos al Zodiaco, donde imaginamos nuestras características, las diferencias que exigía el Tiempo, el más misterioso de nuestros inventos (diría Jung: Las proyecciones se repiten cada vez que intentamos investigar una oscuridad vacía, y la llenamos, involuntariamente, con figuras animadas).

Por un instante, en las muchas cosas vemos al uno, y eso confirma que, a veces, Dios ve a través de nosotros, entonces sentimos al todo que es el Universo, o como escribió Moisés en el Génesis: Verás los cuerpos que tenían Adán y Eva antes de la olida, y cómo era la serpiente, y qué era el árbol y cuáles los frutos que comieron, y dónde estaba el Paraíso, y qué era, y en qué cuerpos resucitarán los justos, no en los que hemos recibido de Adán sino en los que obtengamos por medio del Espíritu Santo, los que nuestro Salvador ha traído del Cielo.

Salmos 93


Salmos, 93

1.Reina el Señor, vestido de grandeza, el Señor se revistió de poder, lo ciñó a su cintura, el mundo está ahora firme e inamovible.

2.Tu trono está erigido desde siempre, pues tú eres, Señor, desde la eternidad.

3.Los ríos levantan, Señor, los ríos levantan su voz, los ríos levantan su fragor.

4.Pero más que el fragor de las aguas, más grandioso que el oleaje de la mar es el Señor, grandioso en las alturas.

5.Nada hay más seguro que tus palabras, tu casa es el lugar de la santidad, oh Señor, día tras día y para siempre.

domingo, 26 de julio de 2015

Cada persona tiene su historia y cada uno sabe...

Tienes un cerebro como Einstein...

EL HURACÁN. (Literatura de Facundo Cabral)

EL HURACÁN

Autor: Facundo Cabral
Salimos de Cancún cuando el huracán se acercaba, y estaba claro en el movimiento de los pájaros, las palmeras y las aguas, tal vez por eso la noche anterior mi cuarto brilló como si el sol estuviera dentro, y las estrellas cayeron corno brasas encendidas alrededor de mi cama, y a la hora del desayuno me reencontré con el griego, que volvió a Moisés: Se dice que cuando el cuerpo se ha deshecho aparecen dos ramas (a veces tres o cuatro), o figuras de reptiles, o un hombre sentado en un estrado.

Sin duda, la tierra siempre produce algo, nunca deja de rendir sí nuestra imaginación está activa, como Hermes vio al viejo sabio sobre sus rodillas leyendo El libro de los secretos, o como lo imaginó el árabe unos siglos después, y así lo contó: Ví a un anciano, el más hermoso de los hombres, vestido con ropas blancas, leyendo El libro de los secretos, y cuando pregunté quién era, me dijeron: Es Hermes Tresmegistro.

Dice un antiguo libro que me permitieron ver en Alejandría: Al filósofo inteligente le ha sido permitido por Dios, en los caminos de la Naturaleza, hacer que aparezcan las cosas ocultas en la sombra, ver las cosas que los normales no ven, que solo ven los ojos del entendimiento y que la imaginación percibe con una mirada verdadera, la más verdadera.

Los ojos de mi espíritu fueron percibiendo chispas que al final se convirtieron en la gran luz que me ilumina todos los caminos (la serpiente es una con toda su cosmogonía cuando se mete en el agua, y yo lo siento en el escenario, donde soy una totalidad, entonces estoy afinado con el Universo). 

Después de Cancún canté en Atlixco, un delicioso pueblo colonial entre volcanes, y fue en el patio central de un convento del siglo diecisiete, y el concierto volvió a convenirse en una comunión de dos mil personas que llegaron de muchos pueblos, y después Hermosillo, que ardía (como siempre) en el medio del desierto de Sonora, el de los yaquis, donde alguna vez, en la Bahía de Kino, me junté con los vagabundos del Mar de Cortés, hombres que andaban a la deriva por las aguas, que de vez en cuando se juntaban en una isla rodeada por los tiburones (la Isla Tiburón) para conversar sus soledades, sus densas soledades, sus pescas insólitas y sus lecturas, luminosas y filosas como sus vidas, y por ahí cerca andaban los seris, antiguos habitantes de la isla, altos y silenciosos, fieles custodios de los grandes secretos de sus abuelos, me dijo al oído uno de los pescadores, enamorado de siempre y para siempre de las profundidades del mar y estudioso de lejanas mitologías, por ejemplo de Manu, el unicornio que crió a un pez que no dejó de crecer jamás, tanto que, durante el diluvio universal, Manu se salvó de ser arrastrado por las aguas atando su barca al gigantesco cuerno del pez, que estaba en la cima del Everest, Manu, el unicornio que existía por sí mismo, descendiente de Brahma, hombre-dios, señor de todo lo que existe a la vista y fuera de ella, el padre Manu, que engendró con su hija a la Humanidad, Manu, el primer sacerdote, el que para los budistas es el soberano de la Edad de Oro.


Me recordaba el pescador alzando sus brazos al cielo, hacia el sol que hacia arder a la tierra de los cactus y el venado, que doraba a los hombres a cincuenta grados sobre cero, como en el Sahara donde, en los años setenta, conviví con los tuareg, como en Marrakech, donde cambié fervores y maravillas con los hombres azules, como en el Mohave, donde en el polvo sentí el abrazo de los antiquísimos sioux, como en el Negev, donde escuché, por primera vez, arameo, la lengua de Jesús, en boca de los beduinos que iban y venían porque si, solo para afinar con el ritmo del Universo, que es el mismo de nuestro corazón.

Y del otro lado del desierto conocí a un maestro yaqui que tenía una escuela para desaprender, para borrarnos de la memoria las cosas que no nos servían para nada, y en Ciudad Obregón conocí a Erich Fromm, que fue, y sigue siendo una inspiración, como ese maravilloso vértigo que es México. 

Salmos 92



Salmos, 92

2.Es bueno dar gracias al Señor y celebrar tu nombre, Dios Altísimo,

3.proclamar tu amor por la mañana y tu fidelidad durante la noche,

4.con liras de diez cuerdas y cítara y un suave acompañamiento de arpa.

5.Pues me alegras, Señor, con tus acciones; yo exclamo al ver las obras de tus manos:

6."¡Cuán grandes son tus obras, oh Señor, y cuán profundos son tus pensamientos!"

7.El de corazón torpe de esto nada sabe y el insensato nada de esto entiende.

8.Si brotan como hierba los impíos o florecen aquellos que obran mal, es para que sean por siempre destruidos.

9.Mas tú, Señor, dominas para siempre.

10.¡Mira cómo perecen tus contrarios, cómo mueren, Señor, tus enemigos, y se dispersan todos los que hacen el mal!

11.Levantas mi cornamenta como levanta el búfalo la suya, me haces masajes con aceite fresco;

12.miro con desprecio a los que me espían y oigo, sin temor, a esos criminales.

13."El justo crecerá como palmera, se alzará como cedro del Líbano.

14.Los plantados en la casa del Señor darán flores en los patios de nuestro Dios.

15.Aún en la vejez tendrán sus frutos pues aún están verdes y floridos, para anunciar cuán justo es el Señor: El es mi Roca, en él no existe falla".

sábado, 25 de julio de 2015

La expresión constante del amor


Mide tus deseos...

LA PATAGONIA (LITERATURA DE FACUNDO CABRAL)


LA PATAGONIA
Autor: Facundo Cabral
Mi primer desierto fue la Patagonia, donde descubrí a los mesurados y enigmáticos cantores que, sin laderos, se confesaban públicamente a través de la milonga, que es una declaración de principios, y después de nidos me senda mejor, honrado hasta el último hueso, como corresponde a un poseído, más por la ética que por la estética. La guitarra era la conciencia externa de esos áridos juglares que me envolvieron con una atmósfera mágica que no ha dejado de acompañarme, todavía no concibo una manera de orar más profunda.

La copla era la contraseña para llegar a los campesinos, orgullo de los cantores, principio y fin de su canto, que comenzaba cuando yo suponía acabados los caminos, y el día que escuché a la voz mayor, Atahualpa Yupanqui, supe que ese sería mi oficio.

En el desierto de Sonora senil al fuego purificador de la vida, por eso todo estaba quieto, reverencialmente quieto, hasta el viejísimo e interminable tren era más una visión que un hecho, un fantasma de hierros oxidados que solo por un instante rompió al silencio de ese desierto donde se quemó lo que me sobraba con solo cantarle a los misterios, donde fui nuevo de tan viejo, donde con cascabeles chinos me sumé a los cascabeles yaquis que le ponían ritmo a la danza del venado. 

El alimento de la vida eterna baja del Cielo, y sólo en el desierto lo entendemos, por eso la alegría de mi alma, la serena alegría de la que en cualquier momento volverá a ser parte de la inconmensurable alma del Universo, pensé en un momento porque los cuervos andaban cerca, como reclamando mi esqueleto.

Para un desalmado, me dijo un viejo yaqui, el mediodía en el desierto es el Infierno, el desierto donde hubiera bastado un solo golpe entre dos piedras para que surgiera el fuego, centro de toda ceremonia, el fuego donde regresan los dioses para poner a nuestras almas en orden, y esto lo sabe el coyote solitario, que solo se deja ver cuando encendemos el fuego, me dijo el viejo yaqui mientras se alejaba Ciudad Obregón y se acercaba Guaymas, donde continué la ceremonia que comenzó cuando dejé de pelear para comenzar a vivir, cuando dejé de acusar porque ya me habla perdonado, lo que me sucedió en México, donde dejé de buscar porque el más lo que encontraba.

En medio de los dioses que se quedaron quietos en las piedras me sucedió el fuego que los artistas llaman inspiración y yo revelación porque todo lo que sucede ya estaba escrito, ante todo el arte, que es la lengua original de Dios, y el desierto es el espejo donde me reencuentro con los tesoros, principalmente con la piedra filosofal, que me devuelve las alas que habla perdido en las estériles luchas de la vida cotidiana. A mitad de camino entre Ciudad Obregón y Guaymas está Vicam, y allí la milagrosa María Matas, una chamán yaqui que puede armonizar a cualquiera, que entra y sale de su cuerpo cuando se le da la gana, llena de poder desde el polvo de sus abuelos, misteriosamente anoticiados del primer hombre, al que los caldeos, los medos, los partos y los hebreos llamaron Adán, es decir tierra virgen, roja como la sangre en el lenguaje de los ángeles, según los hebreos, a los que Hermes tradujo al griego y al egipcio.

A María Manis la auxilian los cuatro elementos, con ellos no hay enfermedad ni tristeza que se pueda oponer, dice a sus muchos años, tal vez cien, calculan los que la rodean, tan cuidada como los manuscritos de la biblioteca de los Tolomeos donde estaba todo lo que fue desde el principio y todo lo que sucedió desde el primer hombre, que para ellos fue Thoyth, que estaba en todos los santuarios, como Osiris, el que era, según Mermes, tan de siempre que no se le conocía el origen, Osiris, al que la miel del Paraíso le concedió la inmortalidad, nos recordaba Turok en Alejandría, donde todavía los ancianos le llaman lugar de refugio a la mujer, que arde en el plexo solar para moldear la vida, nos dijo María Manis mientras le sacaban las sandalias para que recogiera el polvo en el que se convertirá, el polvo que volará en el viento por la eternidad. 


El desierto se tiñó de rojo a la puesta del sol, y en medio de ese grandioso espectáculo llegamos a Guaymas, que está a la vera del Mar de Cortés, siempre en el territorio de los yaquis, que fueron grandes guerreros, y hoy parte de mi vida. Lo que hoy es Hermosillo se llamó Pitic, que significa el encuentro de dos ríos, el de Sonora y el de San Miguel, asiento de los indios pimas, siempre hostigados por los seris, a los que conocí en la Isla Tiburón.

En los años setenta conocí a otros dos ríos, el de los mayas y el de los yaquis, una especie de Franja de Gaza precolombina, y en el medio de esa tierra conflictiva vi bailar, por primera vez, la danza del venado, que es el hombre metiéndose, devocionalmente, en el animal que para los yaquis es una bella gentileza de los dioses, entonces fui uno con los dos, y lo sigo siendo con la flora y con la fauna que me rodean, y a veces con el Universo, como en el concierto de Hermosillo, cuando la danza de las palabras fue rodeándolo todo, abrazando todo, entonces volví a sentir a la bendita semejanza, por eso pude ordenar la felicidad para todos, elevado por el viento que viene de siempre, que lleva al polvo con el que recrea el destino, el polvo donde son uno los cuatro elementos. 

Si un problema no tiene solución ¿Por qué te preocupas? Si un problema tiene solución no te preocupes !SOLUCIÓNALO!

Salmos 91


Salmos, 91

1.Tú que habitas al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Omnipotente,

2.dile al Señor: "Mi amparo, mi refugio, mi Dios, en quien yo pongo mi confianza".

3.El te librará del lazo del cazador y del azote de la desgracia;

4.te cubrirá con sus plumas y hallarás bajo sus alas un refugio.

5.No temerás los miedos de la noche ni la flecha disparada de día,

6.ni la peste que avanza en las tinieblas, ni la plaga que azota a pleno sol.

7.Aunque caigan mil hombres a tu lado y diez mil, a tu derecha, tú estarás fuera de peligro: su lealtad será tu escudo y armadura.

8.Basta que mires con tus ojos y verás cómo se le paga al impío.

9.Pero tú dices: "Mi amparo es el Señor", tú has hecho del Altísimo tu asilo.

10.La desgracia no te alcanzará ni la plaga se acercará a tu tienda:

11.pues a los ángeles les ha ordenado que te escolten en todos tus caminos.

12.En sus manos te habrán de sostener para que no tropiece tu pie en alguna piedra;

13.andarás sobre víboras y leones y pisarás cachorros y dragones.

14."Pues a mí se acogió, lo libraré, lo protegeré, pues mi Nombre conoció.

15.Si me invoca, yo le responderé, y en la angustia estaré junto a él, lo salvaré, le rendiré honores.

16.Alargaré sus días como lo desea y haré que pueda ver mi salvación".

viernes, 24 de julio de 2015

LUCIANO, GRAN AMIGO (Literatura de Facundo Cabral)

LUCIANO, GRAN AMIGO
Autor: Facundo Cabral

Con Luciano, el de la escuela de desaprender, siempre recordábamos a los griegos, que llamaban Epimeteo al primer hombre, que nunca aceptó los regalos de Zeus, como yo no acepto los dones que me cuelgan los demás, decía Luciano entre los dos ríos que eran uno cuando llegaban al mar, las alabanzas que me agobian, que me acortan los pasos, que me quitan libertad, decía mientras cosía los agujeros de la manta que lo abrigó durante años, y viéndolo yo pensaba: ¿Cuántas tierras formaron a este hombre? ¿Cómo llegó de tan lejos a esta tierra, tan propicia a sus vuelos?, porque en Luciano se juntaban Pascal y Pacal, Tutul Xiú y Voltaire, el Corán y el Popol Vuh, Hermes y el Chilam Balam.
Luciano era un viaje maravilloso de Egipto a Grecia, de Grecia a Roma, de Roma a Francia y de Francia al querido México, que es un Egipto contemporáneo, por sus luces y sus misterios, por la magia que vibra desde los cactus a las pirámides. Salimos de Hermosillo entre grillos gigantes y de color naranja que parcelan visitantes de otras galaxias a los que se les notaba una alta inteligencia, como a los delfines con los que tantas veces nadé en Puerto Vallarta y en Xcaret, donde mis canciones fueron más verdes que nunca y mi corazón más agradecido. 

Los Salmos y Whitman (que al fin y al cabo era un salmodista, como Francisco, el de Asís) me enseñaron a agradecer y a festejar de la manera más bella posible, por eso el Cantar de los Cantares sigue resonando en mis conciertos, por eso lo mío es religioso en el más amplio sentido de la palabra, y era previsible porque me enseñó a leer un jesuita, más aún, me enamoró de los libros, cajas de Pandora infinitas de tan profundas, los libros que me enriquecieron y me metieron en el mundo, los libros donde encontré a los siete dioses que se transformaron en los siete metales de la alquimia, y a las doce estrellas que antes fueron los doce apóstoles y hoy los doce meses, los libros donde vi transformarse a la tierra en agua, al agua en aire y al aire en fuego porque Dios habla hecho girar a la rueda de los elementos, la que gira por las cuatro estaciones del año y las cuatro regiones celestes, la rueda que se agranda y se convierte en La rueda solar, que tiene a los héroes como hijos dilectos.

Los libros me alertaron que el Cielo se repetirá en la Tierra hasta que la Tierra sea celestial, es decir espiritual, y el Cielo terrenal, y en esa unión estará concluida la obra de Dios. El círculo que describe el sol es la línea que vuelve a si misma (como la serpiente que se muerde la cola), lo que nos permite reconocer a Dios. 

En Tijuana recordé a Jung, que nos recordó que los extremos de la cruz corresponden a los cuatro puntos cardinales: el toro cretense fue hacia el sur, los caballos de Diomedes hacia el norte, los bueyes de Hipólito hacia el este y los de Gerión hacia el oeste. La vida es un viaje, y recordando el mío recuerdo los de Marco Polo, los de Enoc, los de Hermes y los de Alejandro, que descubrió el sepulcro de Hernies. En esa excitante punta de la línea que es Tijuana recordé a Prometeo, que fue un anticipo de Jesús, que es el centro de la cruz, es decir el centro del infinito, el centro de la vida. 

La gente inteligente habla de ideas...

La Biblia, el libro de los libros

Salmos 50



Salmos, 90

1.Señor, tú has sido para nosotros un refugio a lo largo de los siglos.

2.Antes que nacieran las montañas y aparecieran la tierra y el mundo, tú ya eras Dios y lo eres para siempre,

3.tú que devuelves al polvo a los mortales, y les dices:"¡Váyanse, hijos de Adán!".

4.Mil años para ti son como un día, un ayer, un momento de la noche.

5.Tú los siembras, cada cual a su turno, y al amanecer despunta la hierba;

6.en la mañana viene la flor y se abre y en la tarde se marchita y se seca.

7.Por tu cólera somos consumidos, tu furor nos deja anonadados.

8.Pusiste nuestras culpas frente a ti, nuestros secretos bajo la luz de tu rostro.

9.Hizo correr tu cólera nuestros días, y en un suspiro se fueron nuestros años.

10.El tiempo de nuestros años es de setenta, y de ochenta si somos robustos. La mayoría son de pena y decepción, transcurren muy pronto y nos llevan volando.

11.¿Quién conoce la fuerza de tu cólera y quién ha sondeado el fondo de tu furor?

12.Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato.

13.Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?... Compadécete de tus servidores.

14.Cólmanos de tus favores por la mañana, que tengamos siempre risa y alegría

15.Haz que nuestra alegría dure lo que la prueba y los años en que vimos la desdicha.

16.Muestra tu acción a tus servidores y a sus hijos, tu esplendor.

17.Que la dulzura del Señor nos cubra y que él confirme la obra de nuestras manos.

jueves, 23 de julio de 2015

Nadie envejece por vivir un número de años...

Cuando oigo decir que un hombre tiene el hábito de la lectura...

LOS NIÑOS NO RECONOCEN EL RENCOR

LOS NIÑOS NO RECONOCEN EL RENCOR

Se encontraron en la plaza por primera vez, y ya, como viejos conocidos, se pusieron a jugar, y de pronto, por un cofre, se pegaron sin piedad. Terminada la reyerta, cada cual se fue al hogar, incubando la venganza más terrible y ejemplar. Y al hallarse al otro día... !se pusieron a jugar!

EL VALOR DE LA INOCENCIA INFANTIL.

Los niños no saben odiar. Cuanto debemos aprender de los niños, porque los adultos demostramos ser más salvajes o groseros que los hombres primitivos.

Vacía la copa cada noche para que Dios te la llene de agua nueva...

MADAME CURIE. Facundo Cabral (Homenaje a Facundo Cabral eternamente)



MADAME CURIE. Facundo Cabral 
(Homenaje a Facundo Cabral eternamente)

La cabeza le pone palabras a lo que siente el corazón, como el alma ilumina a las tinieblas del cuerpo, como el dragón de los antiguos se devoraba a sí mismo para renacer nuevo, y todo esto es parte de la divinidad que pocos sienten pero muchos sospechan, por eso, de alguna manera, todos sabemos que el creador y lo creado son la misma cosa. 

Pocas cosas me dan tanto placer como recordar en mis conciertos la magna sentencia de Withman: El que camina un solo metro sin amor, avanza amortajado mil metros hacia su propio funeral.
 
Todo acontece, como el arte, por eso todo es encontrado, es solo una superstición creer que buscamos, tampoco podemos nombrar, sólo nos aproximamos con metáforas, con símbolos, como los mayas, que anidan que este paraíso era territorio de los dioses, y era tan claro frente a tanta belleza. 

Sólo indicios que nos hacen sospechar, que es lo que nos mantiene excitados, eso es el arte, por eso mi obra artística está en las manos del inconsciente, el exterior solo le da algunos datos, condimentos para matizar. 

Para mí, la biblioteca fue un anticipo del Paraíso, una manera más alta y sutil de la realidad, una posibilidad de salvación. En ella encontré un gran libro de tapas negras y letras doradas que (lo sospeché desde el primer momento) tenía maravillas para mí: la Biblia, el libro de los libros, por eso toqué sus finas hojas con mucho cuidado, tenía miedo de herir a Isaías, de molestar a Salomón, de estorbarle éxodo a Moisés, de distraer a Jesús. 

En aquella primera biblioteca había toros que eran hombres y hombres que eran monstruos, noches de luna ardiente, gente que sepia siendo inglesa en la India, una ballena blanca, magnifica e inapresable, ángeles que solo bajaban para enriquecer a la poesía, patriarcas y caudillos, laberintos de altas paredes que excitaron al ciego memorioso hasta el último minuto de su vida, uvas para la Matilde chilena, vino debajo de la luna del persa, golpes en la espalda del poeta peruano, aniversarios, lámparas generosas y cosmologías, crónicas marcianas, el Martin Fierro que cantó por mi antes de mí, Plotino, Chuang- Tzú, Ezra Pound, Thomas Mann, Flaubert, Shakespeare, Poe, Twain, maestros que el tiempo ha mudado de la biblioteca a mi memoria. 

Los libros me llenaron de datos para encontrar belleza en todas partes, por eso siento en el esqueleto la presencia de los libros, presiento un bello orden, miles de cosmogonías girando alrededor de un punto, todos los tiempos en el ahora mismo, las más antiguas mañanas en una sola tarde (esta misma), el Universo encerrado en la magia de las palabras. 

Para mí, la biblioteca es la manera más lúcida del sueño. En el escenario tengo claro que si la palabra quiere llegar a ser música hay que pasar por Lorca, que para volver aún más brillante a Granada pasó por la Residencia de Estudiantes de Madrid, por donde pasaron Einstein, Bergson, Freud, Valery, Madame Curie, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Rafael Alberti, Buñuel y Dalí. 

Desde los musulmanes, toda la llanura era regadío en Granada cuando Federico iba creciendo hasta Lorca entre la zarzamora y los hinojos donde recreaba a las viejas canciones que colgaban de los balcones donde jazmines rojos sensualizaban aún más a mujeres de ojos negros. 

Todo era ritmo y gracia para que Federico fuera García y Lorca, es decir la poesía, allí, entre los cerros y los sauces por donde anduve escuchando a sus fantasmas, dolientes pero siempre enamorados.