martes, 5 de mayo de 2015

«—Padre, ¿de quién aprender? —Aprende del agua. —¿Por qué? —Porque el agua es humilde y generosa con cualquiera. Aprende del agua que toma la forma de lo que la abriga. En el mar es ancha, angosta y rápida en el río, apretada en la copa; sin embargo, siendo blanda moldea a la piedra dura. Aprende del agua tan graciosa, que por delgada se te escapa entre los dedos. Tan graciosa como la espiga, que se somete a los caprichos del viento y se dobla hasta tocar con su punta la tierra, pero pasado el viento la espiga recupera su erguida postura, mientras que el roble por duro no se doblega y es quebrado por el viento. Sé blando como el agua para que el Señor pueda moverte graciosamente en cumplimiento de tu destino».


«—Padre, ¿de quién aprender? —Aprende del agua. —¿Por qué? —Porque el agua es humilde y generosa con cualquiera. Aprende del agua que toma la forma de lo que la abriga. En el mar es ancha, angosta y rápida en el río, apretada en la copa; sin embargo, siendo blanda moldea a la piedra dura. Aprende del agua tan graciosa, que por delgada se te escapa entre los dedos. Tan graciosa como la espiga, que se somete a los caprichos del viento y se dobla hasta tocar con su punta la tierra, pero pasado el viento la espiga recupera su erguida postura, mientras que el roble por duro no se doblega y es quebrado por el viento. Sé blando como el agua para que el Señor pueda moverte graciosamente en cumplimiento de tu destino».

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